En plena Tierra de Pinares, nos encontramos ante un edificio que bien podría transportarnos más a otras comarcas vallisoletanas como la de Tierra de Campos.
De planta redonda, estilo mudéjar y de reciente rehabilitación, se trata del único palomar en pie que se conserva en el municipio.
Lugar curioso donde aprender el oficio del palomero, la vida de las palomas y el aprovechamiento de los recursos naturales del entorno y de los productos derivados de esta actividad.
Se trata de un edificio de arquitectura popular que data de finales del siglo XIX. Aunque los orígenes de los palomares se remontan a la época de los romanos o aún más atrás con los vacceos.
Construido principalmente con los recursos del entorno que más a mano se tenían, como era el caso del adobe y la madera.
Su sitiación, a las afueras del municipio, se debía principalmente a que las palomas obtuviesen alimento de los campos sembrados de alrededor y la puerta principal se situaba mirando hacia el pueblo, para evitar posibles robos.
Gracias a este tipo de construcciones, las familias de la época conseguían el sustento necesario de proteína que aportan los pichones y que era tan dificil de encontrar por otros medios.
También aprovechaban la palomina para abobar los campos y la plumade las palomas para elaborar edredones y almohadas.